El pasado 31 de octubre regresamos de Puerto de Sta. María con una sensación contrariada en cuanto al Monkey Week. Por un lado nos pareció una iniaciativa muy meritoria y plausible. Para los que no hayáis estado imaginaos una feria (automovilística, inmobiliaria,…) pero en este caso musical. La idea es brillante. Un lugar donde sellos, grupos, melómanos, editoras, radios,… se pueden reunir para ver, presentar o recibir lo nuevo de la escena. Cada calle del Puerto olía a música. Las bandas se conocían unas a otras e intercambiaban emails, facebooks, twitters,… había, si no me equivoco, alrededor de 180 actuaciones programadas en directo, además de conferencias y eventos relacionados. Tampoco os imaginéis un Disney World de la música, era todo mucho menos ostentoso, pero no por ello menos efectivo.
Para llegar desde Barcelona tuvimos que levantarnos a las 4:00 de la mañana, coger un avión hasta Sevilla, el tren hacia el Puerto, comer y en plena digestión, tocar. Los Wiggum tuvimos programados 2 conciertos: uno el sábado en la Plaza Alfonso X, donde antes habían actuado nuestros amigos CYAN, y donde nos tomarían el relevo MUCHO; y otro al día siguiente en un pequeño bar llamado «El Loco de la Ribera», bien acondicionado para la ocasión. Así que el sábado fue un día duro, pero nuestras ganas de estar ahí vencieron al cansancio, que nos dejó k.o. durante el resto de la semana porque acabamos esa noche con Montevideo y The Birkins tomando chupitos de tequila hasta altas horas de la madrugada. Domingo fue aún más duro, la resaca hizo mella y aún faltaba el segundo concierto y una actuación por sorpresa de un tema en acústico en la batalla de bandas de Radio 3…
Pero claro, somos «jóvenes» y nos apasiona tocar en directo y más aún cuando se trata de ante público nuevo y fuera de nuestra Barcelona natal. Y qué rockero no habría hecho eso y más!!! Comimos pescadito frito y cerveza a precios sorprendentes para unos catalanes barceloneses acostumbrados a los cubatas a 8€. En definitiva, que la experiencia, como he dicho antes, fue muy buena.
Ahora bien, hay temas que quizás va siendo hora que empecemos a tratarlos con un poco más de cariño que hicieron menos agradables esas 2 actuaciones, y más concretamente en la del sábado. Me refiero a una costumbre demasiado expandida en el mundo de los directos que mezcla 2 conceptos que deberían ser motivo de reflexión: pruebas de sonido y prisas. Se suelen organizar los conciertos con poco espacio entre una banda y otra. Observado por nosotros en el FIB y en el Monkey. Entendemos los motivos: muchas bandas, poco tiempo, dinero justo, etc. Pero lo que no puede ser es que no se permita una mínima prueba de sonido a las bandas. Que no vendamos millones de discos no nos hace amateurs, que tengamos que trabajar en otras cosas porque la banda no da para comer no nos hace amateurs, y que vayamos a festivales sin cubrir gastos con lo que nos pagan tampoco nos hace amateurs. Sólo un porcentaje de las bandas que estábamos en el Monkey pueden vivir de esto, porque la gente piratea nuestro trabajo, la SGAE gestiona mal los intereses de sus representados, y eso hace que cueste hacerse un hueco en un mercado con tanta oferta. Pero los conciertos deben ser siempre sagrados. Es la única arma que nos queda para conseguir nuevos seguidores a las bandas. El expansión vía disco físico depende de las radios, de si tus amigos lo machacan a sus amigos,… pero el concierto es mérito único de la banda. Y en Wiggum nos gusta que nuestros conciertos suenen como queremos que suenen.
Tuvimos mala pata ese día: la mesa de mezclas del escenario no funcionó (la reiniciaron a mitad de la segunda canción cuando estábamos en plena interpretación), y transmitimos lo que en esos momentos estábamos sintiendo: un total desconcierto. Para rematar en Radio 3 emitieron 2 canciones de ese directo, cosa que siempre es de agradecer y nos hacía mucha ilusión pero el azar quiso que fuera en una de nuestras peores actuaciones. Por suerte al día siguiente, a pesar de llevar un buen resacón encima, pudimos irnos del Monkey con buen sabor de boca gracias a la actuación en «El Loco de La Riebra» donde insistimos en hacer una mini prueba de sonido a pesar de las prisas y objeciones de la organización, que tampoco nos dejó hacer un bis cuando el público gritaba el «otra! otra!», aunque esto último lo entendemos ya que todas las bandas deben tener derecho a la misma cantidad de tiempo. Pero desluce ciertas actuaciones y corta un poco por lo sano la relación imprescindible entre músicos y audiencia. ¡Qué envidia dan esos grupos ya bien famosos a los que se les suplica por tocar!
Que no quede como algo catastrófico porque no lo fue. Y no lo fue porque ni la gente pagó por nuestra primera actuación (era gratuito), ni somos lo suficientemente importantes. Pero si llenáramos estadios seguramente habría una buena cantidad de gente reclamando que les devolviéramos el importe de la entrada. Una actuación no debe empezar hasta que la banda esté perfectamente acomodada en el escenario, porque lo primero es el espectáculo, y si no respetamos eso haremos que las bandas nuevas (que no tienen por qué ser noveles) se queden siempre a las puertas de conseguir algo grande, más allá del talento de cada banda. Sabemos que todas las bandas, en sus inicios, pasan por lo mismo, pero eso no quiere decir que se pueda reivindicar un hecho que es beneficioso para todas las partes: banda, público y organización. Para los que nos gusta tomarnos este trabajo en serio, que recibimos opiniones mejores o peores de lo hacemos y dependemos de ello, hay momentos que debemos poner sobre la mesa algunas condiciones imprescindibles, sin las cuales podemos convertirnos en polvo del olvido.
A pesar de todo esto, agradecemos al Monkey Week esta iniciativa y les animamos a que tengan en cuenta este detalle de fundamental importancia.